Una nación no es un trozo de tela, ni una letra ridícula cantada por patriotas cuya única patria es el dinero, y el único paraíso que reconocen, es el paraíso fiscal. Una nación no es hombre que da discursos sentado en una silla muy diferente a las sillas que tengo yo en mi casa. Una nación es algo más complejo que sólo pueden entender los que viven sin miedo, y los que entre el amor y el odio, se quedan con lo primero.

Si una nación son sus gentes, y dejas que los echen de sus casas, si una nación son sus campos, sus montañas y dejas que desaparezcan bajo macroinfraestructuras que sólo enriquecen a los de siempre, si una nación es su cultura y dejas a sus baluartes en las cunetas, perdona que te diga, mal patriota eres.

Mientras unos usan las banderas para separar, para odiar, o para tapar sus vergüenzas, hay quienes prefieren usarlas para unir, para compartir, para crecer. Por eso aún quedan hombres y mujeres de luz, que aquello que tienen, aquello que aman, no lo quieren sólo para ellos, sino que su felicidad se basa en que todo el mundo disfrute de su pequeño paraíso.

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